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En el verano de 1910, Picasso y Braque solucionan por fin la cuestión sobre la que llevaban varios años trabajando y que daría carta de naturaleza a un nuevo lenguaje pictórico: el cubismo.
Tal y como cuenta su amigo y marchante en la época, Daniel-Henry Kahnweiler en su libro El camino hacia el cubismo* (Acantilado, 2013)** , ese verano, ambos pintores resolvieron el gran problema que se les había presentado hasta ese momento, el problema de la forma cerrada, es decir, la representación tridimensional de la forma sobre el plano bidimensional del cuadro. Para ello, Picasso y Braque descubrieron que la manera de abordar el cuerpo a representar y su situación en el espacio no era como había sido hasta entonces, herencia de la pintura renacentista: “partir de un supuesto primer plano y simular a partir de él una profundidad aparente mediante la perspectiva”.
Publicado en: Nuevas narrativas