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Las narrativas interactivas son aquellos tipos de historias, dando igual su clasificación, género o plataforma, que necesitan de la respuesta directa de un espectador o usuario para ser consumidas, ya sea a través de una acción física, clic, scroll, interfaces de voz, ventanas emergentes o nuevos formatos adaptados.
Pero, ¿por qué debería yo o mi organización plantearme producir o adentrarme en los contenidos interactivos? Primero de todo, porque la tantas veces nombrada generación millennial ya pasa más tiempo consumiendo contenidos en plataformas en las que sus integrantes tienen el control que en entornos de consumo lineal, según este estudio de la Consumer Technology Association. Segundo, porque en un entorno de extrema competencia en la producción original y en el marketing de contenidos (vale para cualquiera de los bandos) es completamente necesario diferenciarnos de la competencia. Y tercero, porque podemos, a través de una serie de arquetipos narrativos interactivos, involucrar al espectador y permitir que la ficción gire en torno a su intención y su momento de consumo, personalizando completamente la experiencia para cada persona.
Primero la historia, luego la tecnología
Sí, ya sé que se ha dicho muchas veces, pero es obligatorio recordar que la tecnología es un complemento, un añadido que nos permite llegar a un público diferente y sumergirnos dentro de la trama. Nunca será una excusa o un valor diferencial suficiente como para dejar de lado el valor de un buen guión. La tecnología será siempre un catalizador hacia un público concreto, no un velo que tape agujeros en la historia. Por lo que en la hoja de ruta se debe trabajar en el orden “trama – audiencia – tecnología” para conseguir los mejores resultados.
Publicado en: Nuevas narrativas
En el verano de 1910, Picasso y Braque solucionan por fin la cuestión sobre la que llevaban varios años trabajando y que daría carta de naturaleza a un nuevo lenguaje pictórico: el cubismo.
Tal y como cuenta su amigo y marchante en la época, Daniel-Henry Kahnweiler en su libro El camino hacia el cubismo* (Acantilado, 2013)** , ese verano, ambos pintores resolvieron el gran problema que se les había presentado hasta ese momento, el problema de la forma cerrada, es decir, la representación tridimensional de la forma sobre el plano bidimensional del cuadro. Para ello, Picasso y Braque descubrieron que la manera de abordar el cuerpo a representar y su situación en el espacio no era como había sido hasta entonces, herencia de la pintura renacentista: “partir de un supuesto primer plano y simular a partir de él una profundidad aparente mediante la perspectiva”.
Publicado en: Nuevas narrativas